Jesús enseñó: “En casa de mi Padre muchas moradas hay: si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
El Cielo, en el sentido más correcto, es el lugar donde Jesús y Dios viven, y es a donde también podemos ir si somos dignos de entrar en Su presencia. Sin embargo, los mormones no creen que sólo existan dos lugares a los cuales una persona puede ser enviada después de la muerte. La gente vive su vida con diferentes grados de compromiso con Dios y por lo tanto hay varias casas, o mansiones, dependiendo de las elecciones que cada persona haga en la vida.
Es importante entender en primer lugar que a través de la gracia y la expiación de Cristo, todas las personas que viven en la tierra pueden resucitar y vivir para siempre, sin ninguna acción de su parte. La gracia no viene con un precio para los que hicieron la elección de nacer. A través de la gracia, cada persona puede recibir el perdón de sus pecados si se arrepiente. El mormonismo está entre las pocas religiones que enseñan que la gracia es nuestra sin realizar obras, ni siquiera la obra de aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador. Por supuesto, para aquellos que sí aceptan al Salvador hay recompensas aún mayores.
Cada persona que vive en la tierra recibe el don del albedrío. Usamos nuestro albedrío para escoger la vida terrenal y, durante toda nuestra vida, seguimos utilizando nuestro albedrío para decidir muchas cosas eternamente significativas. Nosotros decidimos si aceptamos o no a Jesucristo como nuestro Salvador, en caso de tener la suerte suficiente como para aprender de Él en esta vida. Además decidimos cuánto lo amamos y cuántos de sus mandamientos estamos dispuestos a vivir. La obediencia exige sacrificio, pero también viene con grandes bendiciones y cada persona decide por sí mismo si está o no dispuesto a renunciar a algunos placeres temporales a fin de obtener placeres eternos.
Las creencias mormonas enseñan que cada persona es responsable sólo de sus propios pecados y no de las decisiones tomadas por Adán y Eva. La responsabilidad significa que somos responsables de las decisiones que tomamos y seremos juzgados en consecuencia. La Biblia nos dice que ninguna cosa impura puede entrar en el Cielo, es decir, en la presencia de Dios, y por lo tanto tiene que haber un juicio. Esto no significa que una persona deba ser perfecta. Como se mencionó anteriormente, la expiación nos permite arrepentirnos y ser perdonados.
Los mormones enseñan que aquellos que aceptan a Jesús como su Salvador, toman Su nombre en sí mismos, y honran su nombre mediante una vida justa, podrán regresar a vivir en la presencia de Dios para siempre. Este es el Reino Celestial, el hogar de Dios. Naturalmente, todos los fieles mormones tienen esta casa como objetivo, al igual que todos los demás fieles cristianos. No se puede ganar este lugar por el simple hecho de aceptar una vez a Jesús y vivir una vida sin cambios. El proceso de exaltación en el reino de Dios es una búsqueda permanente e incluso eterna, que exige a los fieles luchar cada día para acercarse a Dios y llevar su vida de acuerdo con las enseñanzas de Dios.
Jesús enseñó: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
Naturalmente, las personas que puedan vivir en el reino de Dios serán buenas y valientes.
Las creencias mormonas incluyen la promesa de que aquellos que nunca han escuchado el evangelio pero que lo habrían aceptado, tendrán la oportunidad de aceptarlo después de su muerte. Esta no es una segunda oportunidad, sino más bien la primera. Un Dios justo nunca castigaría a alguien por algo que se encuentra totalmente ajeno a su control.
El segundo nivel de los cielos es conocido como el reino terrenal. Si bien aquí no se puede vivir con Dios, las personas recibirán la visita del Salvador. Este reino es para aquellos que fueron buenas personas, pero que se dejaron engañar por Satanás y por otras personas. También se incluyen a personas que aceptaron el Evangelio, pero que no vivieron en un nivel celestial. Esto demuestra un compromiso menor con Dios y Sus enseñanzas. Los que rechazaron el Evangelio, cuando se les enseñó en la tierra, pueden vivir aquí si lo aceptan después de su muerte. Si bien este es un lugar para aquellos que no ganaron la más alta recompensa, será un lugar pacífico y feliz, aunque teñido de tristeza por haber perdido la presencia del padre.
El tercer reino es el reino telestial. Este reino será un lugar temporal para aquellos que no recibieron el evangelio o un testimonio del Salvador durante su vida. Para estas personas, será un lugar feliz si vivieron sus vidas a lo mejor de su saber y si aceptaron el evangelio cuando lo tuvieron a su alcance. Ellos recibirán una mayor gloria a su tiempo.
Hay, por supuesto, algunos que no vivirán en ninguno de estos tres reinos, conocidos como los reinos de gloria. Los que tienen un testimonio firme de Cristo y luego lo niegan y otros que han perdido su derecho a la redención vivirán en la Perdición.
En general, los mormones no viven una vida de temor acerca de su estado eterno. Ellos saben lo que necesitan hacer para estar donde quieren estar, y saben que la mayoría de las personas vivirán una vida feliz por la eternidad, incluso si hay algún dolor por las bendiciones perdidas en la actualidad.
Debido a que los mormones creen en el don del arrepentimiento, que viene a través de la expiación de Cristo, no viven vidas de temor. Mientras sean responsables de sus elecciones, y el pecado es grave, ellos entienden que pueden arrepentirse. Si ese arrepentimiento es completo y sincero, serán perdonados.
Para los mormones, el salvarse es un proceso permanente. Aceptar a Jesús como nuestro Salvador es sólo el primer paso en una vida de amor por el Salvador, por encima de cualquier preocupación mundana.
Las creencias mormonas incluyen la promesa de que aquellos que nunca han escuchado el evangelio pero que lo habrían aceptado, tendrán la oportunidad de aceptarlo después de su muerte. Esta no es una segunda oportunidad, sino más bien la primera. Un Dios justo nunca castigaría a alguien por algo que se encuentra totalmente ajeno a su control.
El segundo nivel de los cielos es conocido como el reino terrenal. Si bien aquí no se puede vivir con Dios, las personas recibirán la visita del Salvador. Este reino es para aquellos que fueron buenas personas, pero que se dejaron engañar por Satanás y por otras personas. También se incluyen a personas que aceptaron el Evangelio, pero que no vivieron en un nivel celestial. Esto demuestra un compromiso menor con Dios y Sus enseñanzas. Los que rechazaron el Evangelio, cuando se les enseñó en la tierra, pueden vivir aquí si lo aceptan después de su muerte. Si bien este es un lugar para aquellos que no ganaron la más alta recompensa, será un lugar pacífico y feliz, aunque teñido de tristeza por haber perdido la presencia del padre.
El tercer reino es el reino telestial. Este reino será un lugar temporal para aquellos que no recibieron el evangelio o un testimonio del Salvador durante su vida. Para estas personas, será un lugar feliz si vivieron sus vidas a lo mejor de su saber y si aceptaron el evangelio cuando lo tuvieron a su alcance. Ellos recibirán una mayor gloria a su tiempo.
Hay, por supuesto, algunos que no vivirán en ninguno de estos tres reinos, conocidos como los reinos de gloria. Los que tienen un testimonio firme de Cristo y luego lo niegan y otros que han perdido su derecho a la redención vivirán en la Perdición.
En general, los mormones no viven una vida de temor acerca de su estado eterno. Ellos saben lo que necesitan hacer para estar donde quieren estar, y saben que la mayoría de las personas vivirán una vida feliz por la eternidad, incluso si hay algún dolor por las bendiciones perdidas en la actualidad.
Debido a que los mormones creen en el don del arrepentimiento, que viene a través de la expiación de Cristo, no viven vidas de temor. Mientras sean responsables de sus elecciones, y el pecado es grave, ellos entienden que pueden arrepentirse. Si ese arrepentimiento es completo y sincero, serán perdonados.
Para los mormones, el salvarse es un proceso permanente. Aceptar a Jesús como nuestro Salvador es sólo el primer paso en una vida de amor por el Salvador, por encima de cualquier preocupación mundana.
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