Era un día de verano. Mi madre murió temprano por la tarde; mi padre, mi hermano y yo habíamos regresado del hospital a casa, los tres solos. Nos preparamos una merienda sencilla y más tarde recibimos algunas visitas. Se hizo tarde y anocheció, y recuerdo que ni siquiera habíamos encendido las luces.
Alguien toca el timbre y papa abrió la puerta; eran la tía Catherine y el tío Bill, y vi que el tenia en la mano un frasco de cerezas. Aun conservo claro el recuerdo de esas cerezas maduras, de un color rojo casi purpura, y la tapa brillante y dorada del frasco. El tío Bill dijo, señalando las cerezas: “Pensamos que les gustarían. Seguramente no habrán comido postre”.
De hecho, así era; los tres nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina, nos servimos unas cerezas y las comimos, mientras los tíos recogían algunos platos sucios y los lavaban.
En mi opinión, el hacer y el recibir un gran regalo siempre consiste en tres partes, que son las siguientes, según lo ilustra ese regalo de cerezas:
Primero, supe que mis tíos habían percibido lo que yo sentía. Debieron de haber pensado que estaríamos muy cansados para prepararnos de comer, y que tal vez un plato de cerezas envasadas en casa nos haría sentir, aunque fuera por un momento, que éramos otra vez una familia. No recuerdo el sabor de las cerezas, pero sí recuerdo que alguien percibió los sentimientos de mi corazón y se ocupo de mí.
Segundo, sentí que el regalo era sincero y generoso. Sabía que el tío Bill y la tía Catherine habían decidido de buena voluntad ir a llevárnoslo y que parecía que el hacerlo les causaba gozo.
Y tercero, había en el regalo un elemento de sacrificio. Yo sabía que mi tía había envasado esas cerezas para su familia, porque de seguro les gustaban; no obstante, tome lo que a ellos les causaría placer y me lo dio a mí. Eso es sacrificio; y desde entonces he llegado a comprender este maravilloso concepto: el tío Bill y la tía Catherine deben haber pensado que tendrán mayor placer si yo me comía las cerezas que si se las comían ellos.
El obsequiar regalos con sinceridad encierra tres elementos: se siente lo que siente la otra persona, se da sin esperar nada a cambio y el sacrificio se considera una bendición.
Dios el Padre dio a. Su Hijo, y Jesucristo nos dio la Expiación; dones de incalculable profundidad y valor para nosotros. Jesús dio Su don con abnegación y de buen grado a todos nosotros. Una de las señales seguras de que la persona ha aceptado el don de la expiación del Salvador es la disposición a dar.
Algo en que Pensar:
- Al presidente Eyring le gusto el regalo de las cerezas porque lo reconforto. ¿Cómo puedes tu reconfortar a otras personas?
- ¿Has recibido alguna vez un regalo especial? , ¿Que es lo que lo hizo especial?
- Tal vez no siempre sepas por ti mismo como se siente otra persona. Aun así, ¿puedes hacer buenos regalos a los demás? ¿Cómo?
dar con el corazon
ResponderEliminaresto sirve para saber que cuando alguien necesita de un consuelo y sientes que tienes algo para dar, no es necesario exagerar, solo basta mostrar, lo que del corazon quieres sacar, ya sea con un calido abrazo, o con algo dulce en un frasco...
ResponderEliminarLo mas importante es la intencion lo estan dando =) y de donde lo estas dando = )
ResponderEliminarLindo mensaje... !!!
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