17 marzo 2011

"Unidad en el Matrimonio - Parte 1"

Un matrimonio honorable, feliz y próspero es la meta principal de toda persona normal. El matrimonio es quizás la más vital de todas las decisiones, la que tiene efectos de más alcance, ya que tiene que ver no sólo con la felicidad inmediata, sino también con el gozo eterno. Afecta no solamente a los cónyuges sino también a su familia, y particularmente a sus hijos y a los hijos de éstos a través de las muchas generaciones.

La Unión de La Mente y del Corazón

Cuando se elige un compañero para esta vida y para la eternidad, se debe efectuar la más cuidadosa preparación, meditación, oración y ayuno para asegurarse de que, entre todas las que se tomen, ésta no sea una decisión equivocada. En un verdadero matrimonio debe existir una unión de la mente así como del corazón. Las emociones no deben determinar las decisiones por completo, sino que la mente y el corazón, fortalecidos mediante el ayuno, la oración y una consideración seria, nos proporcionarán la mejor oportunidad para la felicidad marital, lo que conlleva la necesidad de sacrificarse, de compartir y de actuar con gran desinterés.

Muchas novelas y programas de televisión terminan en matrimonio: “Y vivieron muy felices…”. Hemos llegado a la conclusión de que no se logran la felicidad ni un buen matrimonio con el solo hecho de efectuar una ceremonia. La felicidad no se adquiere apretando un botón, como sucede con la luz eléctrica; la felicidad es un estado de ánimo y proviene de nuestro interior; se debe ganar; no se puede comprar con dinero; no se logra a menos que se dé algo a cambio.

Algunos consideran la felicidad como una vida fascinante de ocio, lujos y emociones constantes; pero un verdadero matrimonio se basa en una felicidad que es más que eso, una que se logra al dar, servir, compartir, sacrificarse y en la que se destaca el desinterés.


Un Corazón Comprensivo

Dos personas que proceden de diferentes hogares, después de la ceremonia se dan cuenta de que es necesario hacer frente a la realidad. Atrás queda una vida de fantasía, de ensueño; debemos bajar de las nubes y poner los pies bien en la tierra. Se deben asumir responsabilidades y aceptar nuevos deberes; tendrán que abandonar algunas libertades personales y efectuar muchos ajustes desinteresados.

Después de la ceremonia, uno empieza a descubrir muy pronto que el cónyuge tiene debilidades que antes no se habían advertido o descubierto. Las virtudes que constantemente se realzaban durante el cortejo parecen hacerse más pequeñas, mientras que las debilidades que antes parecían tan pequeñas e insignificantes, alcanzan ahora proporciones considerables. Es el momento de tener un corazón comprensivo, evaluarse uno mismo, tener sentido común, razonar y planear. Es ahora cuando afloran los hábitos adquiridos con los años; nuestro cónyuge puede ser tacaño o despilfarrador, vago o trabajador, devoto o irreligioso; puede que sea amable y cooperador, o petulante y enfadadizo; exigente o desprendido, egoísta o modesto. El problema de la relación con los suegros se hace aparente y la relación de nuestro cónyuge con ellos vuelve a agrandarse.

Con frecuencia hace falta la disposición para serenarse y asumir las pesadas responsabilidades que se presentan de inmediato; la economía es reacia a reemplazar una vida de abundancia y la joven pareja parece estar demasiado dispuesta a “no ser menos que los demás”. Frecuentemente falta la voluntad para hacer los ajustes económicos necesarios; algunas esposas jóvenes exigen que los lujos de los que disfrutaban en los prósperos hogares de sus exitosos padres estén presentes en los suyos. Algunas incluso están más que dispuestas a contribuir a esa vida de abundancia y siguen trabajando una vez casadas; consecuentemente, salen del hogar, en donde yace su deber, para ir en busca de logros profesionales o empresariales. Con ello, se acostumbran a esa situación económica, con lo que se hace muy difícil ceñirse a una vida familiar normal. Cuando ambos cónyuges trabajan, muchas veces entra en la familia la competencia en vez de la cooperación. Dos trabajadores exhaustos regresan a la casa con los nervios crispados, más orgullo individual, más deseo de independencia, y como consecuencia surgen las dificultades. Las pequeñas fricciones crecen hasta convertirse en descomunales.

2 comentarios:

  1. Anónimo18/4/11

    podrias decirme por favor quien escribe este articulo...gracias

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  2. El articulo es de un discurso del Elder Kimbal (1895 - 1985) que lo puedes ubicar en la liahona de 2002 mes de Octubre pagina 36 =F saludos

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