¡Trista! ¿Tienes todavía la meta de ganar el reino celestial? --me preguntó mi prima.
Su pregunta me tomó de sorpresa y balbuceé por un momento mientras trataba de darme cuenta a que se refería.
Entonces me acordé que cuando habíamos ido a visitarlos, el verano pasado, ella y yo nos habíamos quedado conversando hasta tarde y, sin querer, habíamos terminado hablando acerca de la Iglesia.
Mi prima no sabía mucho en cuanto a nuestras creencias, así que me dio una gran satisfacción cuando me pidió que le explicara. La conté la historia de José Smith, nuestras creencias, mis sueños y mis temores, incluso mi meta de ganar el reino celestial.
Le expresé mi testimonio y le dije que sabía que el evangelio es verdadero: Le dije además que deseaba compartir la eternidad con un compañero especial y tener a mis hijos conmigo. Ella me escuchó con atención y me hizo muchas preguntas, las que contesté lo mejor que pude. Cuando nos fuimos a dormir, ella pensaba en todas las cosas que yo le había dicho y yo me sentía satisfecha por la obra misional que había podido hacer.
Siete meses después, ahí estaba yo, sorprendida por todo lo que mi prima recordaba de lo que yo le había dicho.
Hice un análisis breve de mi vida y me di cuenta de lo vacía que había sido en esos últimos meses. Me volví hacia mi prima y en forma suave pero firme le dije, con lágrimas en los ojos:
--Sí, todavía tengo esa meta.
Me siento muy agradecida por tener un Padre Celestial que me ama lo suficiente para recordarme las metas que me he fijado en la vida. Sé que con su ayuda podré ganar el reino celestial. Ahora, cuando dudo, recuerdo aquellas palabras: "Sí, todavía tengo esa meta", y entonces no me cabe la menor duda que mi Padre Celestial está conmigo.
Su pregunta me tomó de sorpresa y balbuceé por un momento mientras trataba de darme cuenta a que se refería.
Entonces me acordé que cuando habíamos ido a visitarlos, el verano pasado, ella y yo nos habíamos quedado conversando hasta tarde y, sin querer, habíamos terminado hablando acerca de la Iglesia.
Mi prima no sabía mucho en cuanto a nuestras creencias, así que me dio una gran satisfacción cuando me pidió que le explicara. La conté la historia de José Smith, nuestras creencias, mis sueños y mis temores, incluso mi meta de ganar el reino celestial.
Le expresé mi testimonio y le dije que sabía que el evangelio es verdadero: Le dije además que deseaba compartir la eternidad con un compañero especial y tener a mis hijos conmigo. Ella me escuchó con atención y me hizo muchas preguntas, las que contesté lo mejor que pude. Cuando nos fuimos a dormir, ella pensaba en todas las cosas que yo le había dicho y yo me sentía satisfecha por la obra misional que había podido hacer.
Siete meses después, ahí estaba yo, sorprendida por todo lo que mi prima recordaba de lo que yo le había dicho.
¿Y? --insistió, mirándome con atención, esperando una respuesta.
Tragué saliva y me quedé inmóvil mirando fijamente por la ventana.
¿Tengo todavía la meta de ganar el reino celestial?--me pregunté. Entonces pensé en los últimos meses y me di cuenta que no me estaba esforzando mucho al respecto.
Las calificaciones que había sacado en los estudios podrían haber sido más altas, se había roto la amistad que tenía con mi mejor amiga, las relaciones familiares no eran tan buenas como solían ser, pero lo peor de todo era que gradualmente me estaba volviendo inactiva en la Iglesia.Tragué saliva y me quedé inmóvil mirando fijamente por la ventana.
¿Tengo todavía la meta de ganar el reino celestial?--me pregunté. Entonces pensé en los últimos meses y me di cuenta que no me estaba esforzando mucho al respecto.
Hice un análisis breve de mi vida y me di cuenta de lo vacía que había sido en esos últimos meses. Me volví hacia mi prima y en forma suave pero firme le dije, con lágrimas en los ojos:
--Sí, todavía tengo esa meta.
Me siento muy agradecida por tener un Padre Celestial que me ama lo suficiente para recordarme las metas que me he fijado en la vida. Sé que con su ayuda podré ganar el reino celestial. Ahora, cuando dudo, recuerdo aquellas palabras: "Sí, todavía tengo esa meta", y entonces no me cabe la menor duda que mi Padre Celestial está conmigo.
Tomado de Liahona setiembre de 1988
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